La
película de Martin Scorsese es un homenaje a los inicios
del cine y un entusiasta reconocimiento a la figura de George Méliès; esto se
apreciará muy bien en el personaje del escritor y crítico cinematográfico René Tabard.
La faceta de Méliès de ilusionista y
visionario de las posibilidades que ofrecía ese nuevo invento descubierto por
los hermanos Lumiére, hicieron de él
un pionero del nuevo arte que comenzaba a dar sus primeros pasos. Pero tras el
arranque y el éxito llega el olvido y la soledad. De la grandeza de su empresa
y la fama conquistadas se pasará, por culpa de una guerra y los cambios habidos
en el negocio, a un anonimato que lo sumergirá en un mundo gris y sin esas
ilusiones que tanto necesitaba para vivir.
Pero
antes hay que hablar de un niño llamado Hugo
que trabaja con su tío en el reloj de la torre de la estación de trenes parisina
de Gare Montparnasse, un lugar donde Méliès
tiene ahora una juguetería y en la que Hugo
toma prestadas piezas mecánicas para arreglar el autómata que le ha conseguido
su padre. Uno y otro, Hugo y Méliès, tendrán un primer contacto no
del todo amable. Un libro con unos dibujos especiales que parecen cobrar vida
propia cuando se pasan sus páginas, y que Hugo
guardaba con especial cuidado por tener las instrucciones de su padre para
devolverle la vida al autómata, servirá para despertar en Mèliès un pasado que había sido glorioso y feliz, pero que se
volvió triste por el declinar de su
negocio a causa de la guerra y de las deudas contraídas.
Nos
encontramos a primeros del siglo XX en una estación de trenes en la que vive Hugo. Desde su refugio en la torre del
reloj el niño contempla entusiasmado retazos de vida. Ya conoce alguna gente
habitual del lugar y sigue sus pequeñas historias con interés. Vive en un mundo
en el que la imaginación y lo misterioso lo son prácticamente todo. Así se
entretiene Hugo, procurando que nunca
desaparezca la magia, una magia y un misterio que no dejan de faltarle a su
nuevo amigo mecánico que le ha regalado su padre, pero que no funciona, el
autómata misterioso, vamos a denominarlo. Hugo,
a pesar de sus distracciones llenas de poesía, se siente en ocasiones solo y
desamparado. Pero una niña, la ahijada de Méliès,
será una buena ayuda para que Hugo no
pierda la esperanza en la gente. Ella querrá ayudarlo y entenderlo, en
principio por querer vivir una aventura parecida a la que viven los personajes
de las novelas que lee, después porque empieza a entenderlo y sabe de sus
buenos propósitos. Porque todo el mundo, según el propio niño, tiene un
propósito en la vida que cumplir para sentirse realizado, para completarse, sino
será un fracaso, como si estuviese estropeado, como le sucede al autómata que
guarda. ¿Cuál puede ser el propósito del niño en la vida? Supongo que ayudar a
la gente (lo mismo que hace ahora Isabelle
con Hugo) que se lo merece y vivir
feliz como podría quererlo cualquier niño, pero en este caso con las dificultades
evidentes debidas a su desoladora situación personal y familiar.
El cine
ayudará a Hugo a evadirse y sentirse
mejor, como cuando iba con su padre a ver películas; ahora, sin embargo, no
puede hacerlo tan habitualmente. Los sueños que genera el cine son un buen
antídoto contra la soledad y la tristeza, parecido a lo que ocurre cuando se
convierte en un Voyeur inocente escondido detrás de las paredes de la torre de
la estación e imagina historias en las que la magia lo inunda todo.
La invención de Hugo habla de la niñez, de su mundo
mágico lleno de imaginación y fantasía (¿No os suena de algo: un tipo de cine
que ha hecho Spielberg?), de cómo el cine o la literatura pueden influir en la
vida de un niño; y todo en un ambiente de autómatas, teatro de variedades,
magia, cine experimental…un mundo en el que se movía muy a gusto Méliès y que encaja en el mundo de Hugo y de su ahijada Isabelle.
Mención
especial a la formidable dirección artística, recargada (Un París
intensificado, como dirá el mimo Scorsese), deslumbrante, de un detallismo
minucioso, denso, magnífico. El marco es un puro espectáculo en sí mismo y
llena de magia (otra vez la dichosa palabrita, pero es que es clave) la
historia que se nos presenta en forma de cuento; ahí es donde nos encontraremos
drama, aventura, intriga y muchos sueños que encontrar por el camino.
Dato
negativo: La historia del niño, sobre todo al principio, resulta mucho menos
emocionante e intensa de lo que cabría esperar al conocerla. Scorsese pone su
idea con dinero y unos decorados descomunales de un modo frío, muy calculado,
sin esa magia de la que tanto hablamos y que tan bien le iría si Scorsese la
hubiera sentido de verdad.
Dato
positivo: El dato negativo aludido va tornando hacia la cara opuesta (la buena)
cuando la figura de George Méliès va teniendo más protagonismo y
nos introducimos en su cine, en su mundo, y todas las referencias al cine mudo
que aparecen y que experimentan en primera persona Hugo e Isabelle… y gana mucho
más cuando aparece el personaje del escritor y crítico René Tabard; es en esos
momentos cuando lo emotivo cobra importancia, engrandeciendo la película y
haciéndola un verdadero canto al mundo del cine y las ilusiones que produce.
A pesar
del dato negativo me parece mejor película La
invención de Hugo que The Artist,
la triunfadora en la noche de los Oscar, si bien es cierto que la francesa
también me gustó bastante.
Estreno Cine