Me han cambiado al Robin Hood de toda la vida por este más metido en intrigas políticas; la aventura que solía acompañar al personaje fuera de la ley y guardián de los desprotegidos desaparece.
Esta película de Ridley Scott es una de sus películas aburridas. Cuando se le da por hacer una de este tipo no hay quien lo aguante y, aunque guarda algunas escenas en la recámara donde se aprecia su estilo eficaz y elegante, lleno de contenido visual y de fuerza, el conjunto resulta apático, sin emoción ni ningún tipo de encanto. Las escenas se suceden porque sí, sin un plan preconcebido ni trabajado, inconexas. Hay aventura, pero ni te engancha ni resulta. Le ocurría algo parecido a su film del año 2005, El reino de los cielos: otra de sus películas aburridas y sin personalidad. En fin: una lástima sabiendo que cuando se pone lo hace de cine, nunca mejor dicho. Sólo hay que comparar ésta, o El reino de los cielos, con Gladiator para darnos cuenta de las diferencias abismales. Una es pura aventura y emocionante, un drama para el protagonista y para los suyos y una lucha personal por hacer justicia, todo con un ritmo y un estilo atractivos y equilibrados; las otras dos: el reverso de la moneda.
Habla ahora o calla para siempre
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