" cinódromo: marzo 2014
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domingo, 9 de marzo de 2014

Ángeles sin paraíso/ John Cassavetes/ Estados Unidos 1963



Gran drama del director John Cassavetes protagonizado por Burt Lancaster en el papel de Doctor Matthew Clark, psiquiatra y director de un centro infantil de discapacitados mentales, y Judy Garland interpretando a la profesora de música Jean Hansen, nueva empleada del centro en una especie de periodo de pruebas en el que conocerá a un niño al que cogerá especial cariño, Reuben (Bruce Ritchey).

La rebeldía del niño y su tristeza motivada por el abandono de sus padres –llevan años sin ir a verlo, pero él seguirá esperándolos incansablemente cada semana – llamarán la atención de la nueva mujer contratada. Su falta de cariño hará que Jean tome al niño como protegido y lo cuide con una ternura sobrecogedora. Reuben llega al centro en unas circunstancias muy traumáticas no sólo para él mismo sino para sus padres. Las ilusiones puestas por el padre, un arquitecto acomodado, en su futuro, unido al enorme amor y sufrimiento que padece la madre por su situación harán que un día cualquiera lo ingresen en el centro para discapacitados psíquicos y decidan no volver a verlo, en palabras de su madre: por su propio bien. La nueva empleada no entiende la decisión tomada por los padres. En un intento de arreglar la situación hablará con Matthew Clark – Gran papel hecho, como de costumbre, por Burt Lancaster –. Éste intentará que Jean no se meta en el asunto. Tratará de hacerle ver que para el chico lo mejor es que su madre no lo vea.






Las diferentes formas de entender cómo llevar el caso de Reuben crearán un conflicto entre la profesora de música y el director del centro. Ella se inclinará por una permanente atención al niño, dándole todo el amor del que es capaz; él, sin embargo, querrá ayudarlo de otro modo: desde la disciplina, pero sin excesos, equilibradamente y enseñándole a arreglárselas por sí mismo dentro de las posibilidades que tendría con su problema.




El filme de Cassavetes es duro, pero sincero, y está contado con sensibilidad y ternura sin que llegue en ningún caso a esa lágrima fácil a la que este tipo de películas se podría prestar. Los tremendismos serán rechazados por un realismo en el que no dejará de aparecer lirismo a toneladas. Creo ver en Ángeles sin paraíso una crítica a la forma que tenían algunos padres (y aún hoy en día pueden ocurrir casos similares) de afrontar, aunque tuviesen una buena situación económica, el gran drama de unos hijos con discapacidades que en ocasiones parecían querer ser escondidos de la sociedad por una especie de vergüenza incomprensible. En este caso el padre lo ingresará en el centro porque lo ve como un fracaso, incluso personal, al que hay que mantener al margen, poco menos que esconder, para intentar olvidarlo… pero no lo pueden hacer: olvidar a su hijo. La madre actúa por amor. Su decisión está marcada por el gran amor que siente por el niño. Cree sinceramente que no verlo le hará bien a la larga, piensa que es la mejor decisión, aunque el niño pueda sufrir al principio – supongo que tendría claro que con el tiempo la situación sería reversible para el bien del hijo –. El psiquiatra parece apoyar la postura de la madre desde la razón, desde lo estrictamente terapéutico.



En la película de Cassavetes también hay una crítica al sistema de apoyo y ayudas del Estado a las instituciones que se encargan de la protección, enseñanza (dentro de lo posible) y cuidado de los pacientes que son retratados en el filme. Hay una escena reveladora en la que unos políticos de pacotilla, apoyados por un médico también de pacotilla, y sin escrúpulos, hablarán con el psiquiatra para intentar hacerle entrar en razón de que hay que recortar ayudas a los enfermos porque son demasiado caros para la sostenibilidad del sistema…¿os suena de algo? El director del centro, por supuesto, los pondrá en su sitio con argumentos contundentes y les dirá que piensa de sus malditos recortes sociales. El mensaje que me queda al contemplar la escena es que hay gente que trabaja para unos pocos, el poder económico, y otros, el psiquiatra y su gente, que lo hacen para hacer, o al menos intentarlo con principios, una sociedad más justa y mejor.





 El final personal del niño protagonista con su padre es esperanzador. Este último parece haber entendido, y asumido, quien es su hijo y cómo hay que quererlo. Hermoso final, en definitiva, para una película con mucha sensibilidad y discurso reivindicativo, hermosa, pero con una historia que no deja de entristecernos.



¿Temas que toca? La diferencia y el rechazo, la disciplina y la educación para poder vivir con dignidad, la asistencia social en enfermedades que incapacitan y las diferentes visiones ideológicas al respecto, el amor frustrado y la sobreprotección de hijos indefensos tomados como fracasos personales, y la renuncia a ellos por esa especie de maldición que les ha caído encima por culpa de una sociedad exigente e inhospitalaria.