" cinódromo: febrero 2014
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lunes, 10 de febrero de 2014

Red State/ Kevin Smith/ Estados Unidos 2011



Uno se pone a ver este film de Kevin Smith y lo primero que le puede venir a la cabeza es: “Anda, otra en plan Porky´s!”, si desconociera el argumento. Ese instituto y esos jóvenes demasiado salidos no nos podrían hacer llevar a creer otra cosa; por si fuera poco, el tono, si bien es cierto que no es tan en plan erótico-festivo y tontorrón como en todas esas pelis de y para adolescentes salidos (la mayoría), o descerebrados (también hay unos cuantos), tiene lo suficiente de esto último (lo  tonto, como podría ser lo loco) como para creer que andas en algo parecido; además: la dirige un director al que le gusta hacer comedias  y bien podía haberse metido en algo por el estilo. Pero después viene la primera transición que conduce (los tres jóvenes van en un coche a la cita) a algo parecido, en las sensaciones que produce el ambiente, a otro tipo de películas muy, otra vez, del gusto adolescente: esas de terror en plan Sé lo que hicisteis el último verano, o mismo Scream (ésta sí que la vi, la primera…menuda castaña!). O sea, que el asunto se empieza a poner delicado y un poquitín oscuro, sheriff atormentado por su sexualidad incluido en el anecdotario, que no en la trama porque poco tiene que ver... hasta que esa cita se convierte en un cebo, una trampa perfectamente tendida de la que no puede salir nada bueno para los tres chicos atrapados.


 

Es a partir de ahí cuando hay otra vuelta de tuerca, u otra película, ésta sí, bastante oscura y con su buena dosis de dramatismo, que lleva a los confundidos chicos (cuando los cogen no saben quién lo hace y por qué motivo) al mismo infierno. Y es en ese infierno lleno de fanatismo religioso donde se llevará a cabo un ritual de justicia divina, materializada por la familia Cooper, con su patriarca y pastor al frente, el abuelo Abin Cooper (Fenomenal Michael Parks), un hombre que interpreta las Sagradas Escrituras como le parece cuando mezcla verdades con medias verdades y con propias consideraciones que son del todo descabelladas y producidas por una mente enferma y llena de odio. Porque en la liturgia maldita de venganza habrá víctimas que, aunque pudiera parecer que tienen algo de culpa, no la tienen en absoluto. El discurso de la nueva Gomorra del reverendo es exagerado hasta la total manipulación y no tiene sentido, pero tiene su encanto y está desarrollado con inteligencia para que creamos que los fanáticos tienen algo por lo que luchar y en lo que creen porque encierra la verdad, una confusión con graves consecuencias que lleva a unas ejecuciones injustas contadas con cierta crudeza. Es en la parte del macabro ritual cuando crees estar en algo parecido a Hard Candy, pero en vez de encontrarnos con una adolescente haciendo su personalísima justicia con justificaciones acerca de su acción, nos topamos con una de las grandes familias de los horrores fanático-religiosos. ¿Y por qué podemos creer que estamos ante algo similar a Hard Candy siguiendo con las comparaciones y a pesar del giro final que da este último film? Porque los acusados son secuestrados y se las hacen pasar canutas en ese ceremonial de castigo que terminará en una probable muerte para esos presuntos pecadores, una muerte justa según los acusadores. Es cierto que en Hard Candy hay más ambigüedad en la culpa del retenido que en ésta, donde los chicos poca culpa tienen, y si hay alguna es la de ser algo salidos (son adolescentes incontenibles, como los de Porky´s) y querer experimentar el sexo de un modo un pelín morbosillo, pero sin que haya ningún tipo de maldad en ello.
Pero no está ahí precisamente la semejanza que quiero recalcar sino más bien en todo el ceremonial que justifica la acción de la chica adolescente en Hard Candy y de la familia Cooper en Red State, una acusación que tiene que ver con una sexualidad señalada como depravada o malsana (qué surrealista que a los Cooper le pueda parecer malsana la acción de los tres muchachos y no su castigo!) que en Hard Candy tendría su sentido, la acusación me refiero (una vez que se demuestra cierta), no el método de la justicia empleada; no así en Red State donde no hay nada reprochable que demostrar.


Y todo esto hasta que se da otro golpe de volante cuando entran en acción las fuerzas de seguridad alertadas por el sheriff local. Es en ese punto final cuando la ensalada de disparos está garantizada y nos encontramos ante otro asalto a Waco. Las órdenes que llegan desde arriba al agente Keenan (John Goodman) es la de acabar con todos los miembros de la iglesia formada por la familia Cooper. Pero no cuentan conque los Cooper tienen dentro alguien ajeno a ellos que sufrirá igualmente las consecuencias de las órdenes dadas.