Uno
se pone a ver este film de Kevin Smith
y lo primero que le puede venir a la cabeza es: “Anda, otra en plan Porky´s!”,
si desconociera el argumento. Ese instituto y esos jóvenes demasiado salidos no
nos podrían hacer llevar a creer otra cosa; por si fuera poco, el tono, si bien
es cierto que no es tan en plan erótico-festivo y tontorrón como en todas esas
pelis de y para adolescentes salidos (la mayoría), o descerebrados (también hay
unos cuantos), tiene lo suficiente de esto último (lo tonto, como podría ser lo loco) como para
creer que andas en algo parecido; además: la dirige un director al que le gusta
hacer comedias y bien podía haberse
metido en algo por el estilo. Pero después viene la primera transición que
conduce (los tres jóvenes van en un coche a la cita) a algo parecido, en las
sensaciones que produce el ambiente, a otro tipo de películas muy, otra vez,
del gusto adolescente: esas de terror en plan Sé lo que hicisteis el último verano, o mismo Scream (ésta sí que la vi, la primera…menuda castaña!). O sea, que
el asunto se empieza a poner delicado y un poquitín oscuro, sheriff atormentado
por su sexualidad incluido en el anecdotario, que no en la trama porque poco
tiene que ver... hasta que esa cita se convierte en un cebo, una trampa
perfectamente tendida de la que no puede salir nada bueno para los tres
chicos atrapados.
Es a partir de ahí cuando hay otra vuelta de tuerca, u otra película, ésta
sí, bastante oscura y con su buena dosis de dramatismo, que lleva a los
confundidos chicos (cuando los cogen no saben quién lo hace y por qué motivo)
al mismo infierno. Y es en ese infierno lleno de fanatismo religioso donde se
llevará a cabo un ritual de justicia divina, materializada por la familia Cooper, con su patriarca y pastor al
frente, el abuelo Abin Cooper (Fenomenal Michael Parks),
un hombre que interpreta las Sagradas Escrituras como le parece cuando mezcla
verdades con medias verdades y con propias consideraciones
que son del todo descabelladas y producidas por una mente enferma y llena de
odio. Porque en la liturgia maldita de
venganza habrá víctimas que, aunque pudiera parecer que tienen algo de culpa,
no la tienen en absoluto. El discurso de la nueva Gomorra del reverendo es
exagerado hasta la total manipulación y no tiene sentido, pero tiene su encanto
y está desarrollado con inteligencia para que creamos que los fanáticos tienen
algo por lo que luchar y en lo que creen porque encierra la verdad, una
confusión con graves consecuencias que lleva a unas ejecuciones injustas contadas con cierta crudeza.
Es en la parte del macabro ritual cuando crees
estar en algo parecido a Hard Candy, pero
en vez de encontrarnos con una adolescente haciendo su personalísima justicia
con justificaciones acerca de su acción, nos topamos con una
de las grandes familias de los horrores fanático-religiosos. ¿Y por qué podemos
creer que estamos ante algo similar a Hard Candy siguiendo con las
comparaciones y a pesar del giro final que da este último film? Porque los
acusados son secuestrados y se las hacen pasar canutas en ese ceremonial de
castigo que terminará en una probable muerte para esos presuntos pecadores, una
muerte justa según los acusadores. Es cierto que en Hard Candy hay más ambigüedad en
la culpa del retenido que en ésta, donde los chicos poca culpa tienen, y si hay
alguna es la de ser algo salidos (son adolescentes incontenibles, como los de Porky´s) y querer experimentar el sexo
de un modo un pelín morbosillo, pero sin que haya ningún tipo de maldad en ello.
Pero
no está ahí precisamente la semejanza que quiero recalcar sino más bien en todo el
ceremonial que justifica la acción de la chica adolescente en Hard Candy y de la familia Cooper en Red State, una acusación que tiene que ver con una sexualidad
señalada como depravada o malsana (qué surrealista que a los Cooper le pueda parecer malsana la
acción de los tres muchachos y no su castigo!) que en Hard Candy tendría su sentido, la acusación me refiero (una vez que
se demuestra cierta), no el método de la justicia empleada; no así en Red State donde no hay nada reprochable
que demostrar.
Y
todo esto hasta que se da otro golpe de volante cuando entran en acción las
fuerzas de seguridad alertadas por el sheriff local. Es en ese punto final
cuando la ensalada de disparos está garantizada y nos encontramos ante otro asalto a Waco. Las órdenes que llegan desde arriba al
agente Keenan (John Goodman) es la de acabar con
todos los miembros de la iglesia formada por la familia Cooper. Pero no cuentan conque los Cooper tienen dentro alguien ajeno a ellos que sufrirá igualmente
las consecuencias de las órdenes dadas.