La primera palabra que me viene a la cabeza recordando este drama es TREMENDA; tremendamente buena, tremendamente poética, tremendamente inteligente, tremendamente tierna, tremendamente sucia, cuando la cámara se para en la realidad, haciéndola TREMENDAMENTE desagradable, vomitiva. Aquí la vida no es bella (como en el título de la película de Benigni), es dura y Léolo tiene que sufrirla en los momentos en los que no sueña o en los que la imaginación desbordante no lo ayuda a salir de ese pesado y crudo laberinto.
“Porque sueño no lo estoy, porque sueño no lo estoy…”, repite una y otra vez esa voz en off cadente, profunda, caleidoscópica, que explica perfectamente la vida interior del niño; otra frase lapidaria que explicaría su tormento, mezclado con momentos mágicos en los que Léolo parecería navegar dulcemente por el Mediterráneo (muy cerca de su querida Italia y acompañado de Bianca, su amor, también de Italia), se dice cuando Leólo se levanta de la cama y se oye aquello de: “Me despierto muy temprano. Mi vuelta del campo de los sueños es brutal al entrar en el país de lo cotidiano”.
SPOILER
(No leer el spoiler en color azul para no
descubrir partes de la película)
Nos
encontramos en Canadá, en un barrio humilde de la ciudad de Montreal. Leo
Lauzón vive con su familia marcada por una locura inveterada. Su padre, su
abuelo y dos de sus hermanas están ingresados en un psiquiátrico. Leo culpa a
su abuelo del mal y éste, cuando Leo era muy niño, ya había intentado ahogarlo
en una piscina; no obstante Leo lo disculpa y dice que no era un hombre
malo. En ese momento, y mientras estaba a punto de morir dentro del agua, Leo
no se asusta y ve un tesoro que lo hace tranquilizarse, una luz muy brillante
lo atrae.
La ruptura del niño con la realidad se produce para no sufrir; la adolescencia y las emociones que provoca lo ayudan; también lo ayuda el hecho de estar enamorado de una vecina siciliana que se comporta con el abuelo de Leo de una manera especial. Unas escenas morbo- eróticas de Bianca con el abuelo en una bañera mientras el niño los observa, y se mezclan sus emociones entre el odio y la violencia hacia su abuelo(al que luego tratará de matar, como hizo él con Leo en la piscina cuando éste era más niño) con una excitación morbosa provocada por su personalidad, también excéntrica como la de su familia, pero amortiguada por su imaginación, producen un comportamiento en el que el boyeurismo hace acto de aparición, y con éste el consiguiente onanismo que lo suele acompañar. Léolo culpa de todos los males de su familia al abuelo, el es el último responsable; pero también tiene sentimientos de destrucción hacia el resto de su familia. La escena antes mencionada recuerda una de las primeras en la que su padre( ¿inventado?) se masturbaba también detrás de un carro de madera mientras observaba complacido a una campesina italiana de formas voluptuosas y posturas sugerentes mientras recolectaba lo que parecían tomates; mientras se nos muestra la escena, la voz en off nos dice que Leo nunca vio la cara de su padre (aquí no acepta que el que dice ser su padre, en Canadá, sea tal: crea otra vida, otra personalidad, y decide no llamarse ya Leo Lauzón, un niño canadiense de origen francés, sino Léolo, un niño de origen italiano, de la maravillosa Italia, engendrado en el vientre de su madre por un tomate contaminado. / FIN SPOILER (Ya se puede seguir leyendo sin problema)
La ruptura del niño con la realidad se produce para no sufrir; la adolescencia y las emociones que provoca lo ayudan; también lo ayuda el hecho de estar enamorado de una vecina siciliana que se comporta con el abuelo de Leo de una manera especial. Unas escenas morbo- eróticas de Bianca con el abuelo en una bañera mientras el niño los observa, y se mezclan sus emociones entre el odio y la violencia hacia su abuelo(al que luego tratará de matar, como hizo él con Leo en la piscina cuando éste era más niño) con una excitación morbosa provocada por su personalidad, también excéntrica como la de su familia, pero amortiguada por su imaginación, producen un comportamiento en el que el boyeurismo hace acto de aparición, y con éste el consiguiente onanismo que lo suele acompañar. Léolo culpa de todos los males de su familia al abuelo, el es el último responsable; pero también tiene sentimientos de destrucción hacia el resto de su familia. La escena antes mencionada recuerda una de las primeras en la que su padre( ¿inventado?) se masturbaba también detrás de un carro de madera mientras observaba complacido a una campesina italiana de formas voluptuosas y posturas sugerentes mientras recolectaba lo que parecían tomates; mientras se nos muestra la escena, la voz en off nos dice que Leo nunca vio la cara de su padre (aquí no acepta que el que dice ser su padre, en Canadá, sea tal: crea otra vida, otra personalidad, y decide no llamarse ya Leo Lauzón, un niño canadiense de origen francés, sino Léolo, un niño de origen italiano, de la maravillosa Italia, engendrado en el vientre de su madre por un tomate contaminado. / FIN SPOILER (Ya se puede seguir leyendo sin problema)
Las escenas escatológicas que tienen que ver con la locura de su familia, en este caso de su padre, lo obligan a actos extravagantes, como aceptar que cagar es una terapia en la que florece la salud; su padre analiza incluso sus excrementos cuando Léolo está en el cuarto de baño pensando que no está cumpliendo con su obligación, y como esta hay más ceremonias que tienen que ver con la salud; el miedo a la enfermedad está presente constantemente y las convulsiones que produce ese miedo obsesivo por enfermar atemperan algo la angustia. Pero la mejor manera de atemperar la angustia de Léolo es escribiendo, y ahí es donde surge la fantasía más desbordante; sueña y fantasea creando su propio mundo para librarse del abismo de su familia. La luz brillante que suele ver sería la ensoñación, mientras que lo oscuro es la realidad tremenda que convive con el niño.
En el tratamiento de la imaginación y la fantasía, mezclado con poesía, me recordó a películas como Amelie y Criaturas celestiales de Peter Jackson. En Amelie no se trata el tema de la locura, en Criaturas celestiales un poco, pero aquí tendría más que ver con una locura de amor que con una locura propiamente dicha. En este punto sí que se asemejaría más a Psicosis de Alfred Hitchcock, pero aquí la locura tiende más al terror que al drama desolador de Léolo . Otra gran película que tendría que ver con Léolo sería Amarcord de Federico Fellini, sobre todo en la recreación de ese mundo irreal que se nos muestra, un mundo idealizado, pero a la vez marcado por lo terrenal, lo físico, lo que provoca sensaciones y emociones muy humanas, un mundo sublimado; Amarcord toca también la locura que siempre convive y siempre convivirá con el ser humano, en algunos hombres es intrínseca a su propia condición.
Comentar algo más acerca de dos de los personajes que también salen en la película de Lauzon. Uno sería al que la voz en off llama Domador de palabras (que podría ser perfectamente la propia voz en off); a éste lo define como un Don Quijote que lucha contra la ignorancia. Recopila versos y palabras para salvarnos de la destrucción. Escribir para Léolo es un acto vital de libertad, una evidencia de que hay más vida de la que se puede abarcar; el escribir sería un acto de redención: “bastaba con que me pusiera a leer o a escribir para que Bianca viniera a cantar para mí. El Domador de palabras tenía razón, había un secreto en las palabras engarzadas”.
El otro personaje es su hermano mayor que cultiva su físico para enfrentarse a un macarra que lo atemoriza; cree que fortaleciendo su cuerpo, como el de un gladiador, sería suficiente para librarse de un miedo que habita en lo más profundo de él mismo. En la escena en la que el macarra lo vuelve a patear por segunda vez después de haberse convertido el hermano de Léolo en una especie de Hércules a base de gimnasia y chuletones de carne medio crudos no sólo es irónica, y con cierto humor agrio que parece helársete en la cara, sino triste, patética.
SPOILER
(No leer el spoiler en color azul para no
descubrir partes de la película)
La escena
en la que Léolo mete un pedazo de hígado crudo dentro de los
calzoncillos, se tira en el suelo boca abajo y se masturba mientras ve una
revista de mujeres desnudas es significativa no sólo por lo de extravagante que
tiene sino porque Léolo no sabe cómo reaccionar ante los estímulos que
la adolescencia provoca justo después de saber para que sirve su pene además de
para orinar. Son las reacciones normales que tendría cualquier loco, y Léolo,
a pesar de repetirse una y otra vez que él no lo es porque sueña, empieza a
tener síntomas de esa locura inevitable. Hay que ser conscientes y reconocer
que la escatología acompaña normalmente a la locura, convive con ella bien sea
en síndrome de Diógenes o comiéndose uno sus propias heces.
Y su
destino no deja de darte pena porque crees que el niño no se merece eso y trata
de superar sus crisis de la mejor forma que sabe, y ésta es soñando y
escribiendo, dando rienda suelta a su imaginación. Pero hay una frase en la que
se pierde toda esperanza de salvación, y es cuando dice que ya no soñará más;
ahí se da uno cuenta de que ya ha empezado a formar parte inequívoca de su
verdadera familia, la real, con todos sus condicionantes y limitaciones. Y se
ve, en un fotograma lamentable, sumergido en una bañera llena de cubos de hielo
y con la mirada perdida mientras una enfermera le examina los ojos con una
linterna. La locura finalmente lo ha vencido.
/FIN SPOILER (Ya se puede seguir leyendo sin problema)
Comentar algo más acerca de dos de los personajes que también salen en la película de Lauzon. Uno sería al que la voz en off llama Domador de palabras (que podría ser perfectamente la propia voz en off); a éste lo define como un Don Quijote que lucha contra la ignorancia. Recopila versos y palabras para salvarnos de la destrucción. Escribir para Léolo es un acto vital de libertad, una evidencia de que hay más vida de la que se puede abarcar; el escribir sería un acto de redención: “bastaba con que me pusiera a leer o a escribir para que Bianca viniera a cantar para mí. El Domador de palabras tenía razón, había un secreto en las palabras engarzadas”.
El otro personaje es su hermano mayor que cultiva su físico para enfrentarse a un macarra que lo atemoriza; cree que fortaleciendo su cuerpo, como el de un gladiador, sería suficiente para librarse de un miedo que habita en lo más profundo de él mismo. En la escena en la que el macarra lo vuelve a patear por segunda vez después de haberse convertido el hermano de Léolo en una especie de Hércules a base de gimnasia y chuletones de carne medio crudos no sólo es irónica, y con cierto humor agrio que parece helársete en la cara, sino triste, patética.
Las escenas de Léolo tienen un estilo de irrealidad provocado por el tema que trata. Hay escenas con colores vivos, en rojos intensos, ambientes con velas encendidas que dan una sensación todavía más onírica; y la música multicultural, herencia del lugar donde vivió el director, es hipnótica en muchos momentos, nos traslada a lugares mágicos, como a una Italia bucólica. Músicos como Ali Khan o Tom Waits son perfectos para recrear esas sensaciones que tiene el niño, nos meten en cierta medida más en su alma. La voz en off relata con enorme lirismo todo el proceso vital de Léolo, es pura poesía de los sentimientos (cualquier tipo de sentimiento, incluso el menos puro).
Último apunte y que me pareció muy gracioso, pero con un punto bastante considerable de tristeza porque su hermano mayor realmente parecía que no se lo estaba inventando, y es cuando le dice a alguien, comentando un dibujo que pintó, que allí, en la hoja totalmente en blanco (en la que no se apreciaba nada porque no había nada pintado) había un conejo blanco en la nieve ... y la cara que ponía el hermano de Léolo porque no le creían lo expresaba todo, mientras la madre lo cogía por el hombro para acompañarlo a la salida del despacho donde habían estado.
Último apunte y que me pareció muy gracioso, pero con un punto bastante considerable de tristeza porque su hermano mayor realmente parecía que no se lo estaba inventando, y es cuando le dice a alguien, comentando un dibujo que pintó, que allí, en la hoja totalmente en blanco (en la que no se apreciaba nada porque no había nada pintado) había un conejo blanco en la nieve ... y la cara que ponía el hermano de Léolo porque no le creían lo expresaba todo, mientras la madre lo cogía por el hombro para acompañarlo a la salida del despacho donde habían estado.
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