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jueves, 9 de septiembre de 2010

La fuente de la vida/ Darren Aronofsky/ Estados Unidos 2006


¿Hubiera mejorado esta película si la hubieran interpretado Brad Pitt y Cate Blanchet, como ya se había acordado, y se hubiera invertido aún más dinero, con total libertad de Aronofsky para hacer lo que le saliera de su santísima voluntad? Seguramente hubiera mejorado aún más y la película se hubiera convertido en un auténtico icono cinematográfico; aún así es una maravilla porque tal y como está hecha resulta perturbadoramente fascinante.


La primera impresión que te sacude cuando estás viendo esta película de Darren Aronfsky es la de que estás contemplando algo especial, algo distinto a lo que se suele ver en las pantallas de cine o de televisión, algo de una trascendencia que, aunque no tan compleja, tampoco es tan sencilla por un hecho claro: sugiere muchas cosas que en ocasiones se nos escapan de las manos, aunque se nos planteen en nuestros intelectos ávidos de explicaciones sin demasiadas complicaciones conceptuales. Y es que Aronofky no creo que nos quiera engañar con nada; él en ocasiones es así de excéntrico, forma parte de su personalidad y así hay que aceptarlo por mucho que algunos sean muy distintos a su forma de plantear y acometer sus proyectos artísticos. ¿Tiene algo de genio? Por supuesto, y para mí mucho. Ya lo demostró en Pi. Fe en el caos, una historia difícil acometida con coraje y resuelta con una habilidad sorprendente. Y ahora nos llega con La fuente de la vida y nos sorprende de una manera similar, pero con mucho más romanticismo, un romanticismo que subyuga, arrebatador, doloroso, que nos hace no aceptar la realidad porque el amor es demasiado poderoso y mágico como para aceptarla… y Aronofsky nos sumerge en su magia, en leyendas mayas y en ideales religiosos de una España católica que sólo ve en el alma la verdadera razón por la que existir y sacrificarse, despreciando el cuerpo que, según el Santo Inquisidor, es una cárcel para el alma. Y aquí entra en escena la inmortalidad y la contradicción de que sea precisamente la Reina de España, que se supone católica, y en “guerra” ideológica con el Santo Inquisidor, la que busque un Dorado espiritual que los mayas esconden: el árbol de la vida. La Reina le dice a su conquistador (Hugh Jackman), para no provocar en él el rechazo al ser creyente, que eso no entra en contradicción con la fe: el árbol de la vida es nombrado en La Santa Biblia cuando en el paraíso terrenal había dos árboles: el del conocimiento y el de la vida…


La Fuente de la vida es una alegoría sobre el amor, ese amor por el que siempre se querrá estar con la persona amada y que por culpa de la muerte no podrá ser. Es una no aceptación de ese hecho tan sabido y comúnmente aceptado, a pesar de lo duro y difícil que resulta; es una huida hacia adelante de dos personas inconformistas que se aman y que son una sola persona, una huida hacia lo infinito, hacia lo intemporal, hacia la búsqueda de la felicidad más plena que daría estar siempre con la persona a la que se ama. Lo que sugiere La fuente de la vida es lo más importante. Las tres historias en sí mismas, y separándolas, son sencillas, cada una en una época y en condiciones diferentes, como es normal, y con el denominador común de ese árbol, alegórico o no, que da la inmortalidad (aquí podría haber dudas, los darwinistas tal vez dirían que ese árbol es una alegoría, como yo también lo pienso, y los creacionistas dirían que sí existe ese árbol de la vida como lo demuestra La Biblia -y dice en la película la Reina- , un libro que consideran una fuente histórica verdadera). Las tres historias tienen un componente místico-fantástico muy destacable que compromete al espectador a adivinar y creer, o interpretar, lo que está viendo. Aronofsky habla de que su film es un poema sobre la muerte. También comenta que hay múltiples referencias a creencias tan dispares y separadas en el tiempo como el cristianismo y la antigua religión que practicaban los mayas; si a esto le unimos lo que escribe la mujer moribunda en su libro, y que Aronofsky pone en imágenes bellísimas, de una épica y romanticismo innegables, y sugieres ideas de Budismo y algún tipo de reencarnación y nueva vida después de la muerte, el cóctel está servido, pero esta vez habría que meterlo en la nevera porque está demasiado caliente, casi hirviendo. Para el director su película está definida sobre todo por su espiritualidad. La historia del conquistador del siglo XVI, amante de la Reina de España, y que va en busca del árbol de la vida a requerimiento de la Reina , es una historia inventada por una Rachel Wiesz enferma y a punto de morir; sus escritos son como un deseo y una esperanza para aferrarse a la vida y estar con su marido para siempre, y lo que escribe, ayudado por las historias que lee sobre la religión de los Mayas, y lo que era la muerte para ellos, sería como un ritual hecho por amor y desesperación. El conquistador, al dar con el árbol , bebe de su savia y muere, quedando enterrado allí mismo. La comparación con la escena donde el médico deja una semilla del árbol en la tumba de Izzi es complementaria y sirve como unión entre ambas historias: la muerte como un proceso natural para la creación de una nueva vida. Y la tercera historia, futurista, la interpretaría como el misticismo maya mismo, con su inframundo y su religión, de la que estaba muy interesada, y le servía de inspiración, a Izzy para su transición. Allí, Tom, astronauta y en viaje por la nebulosa de Xibalba, acepta en su último momento la muerte para quedar en paz. Cuando la nave atraviesa Xibalba, la estrella explota y el árbol revive una vez más; aquí las escenas son de unos colores y estética ultraterrenas, y visualmente es un espectáculo de un lirismo y plasticidad que abruman. Estas historias, que se cuentan paralelamente, tienen el amor y la muerte como nexo de unión, y con la desesperación y el miedo en cualquier tiempo, civilización o lugar a lo desconocido, algo que trae consigo una muerte de la que todos quisiéramos huir, aunque no podamos, de ahí la alegoría del árbol que da la vida eterna y el aferrarse a creencias religiosas para estar en paz.

Habla ahora o calla para siempre