Es bastante conocido el hecho de que Stanley Kubrick se embarcó en el proyecto de hacer El resplandor (1980) por el tropiezo en taquilla que supuso su película de época realizada cinco años antes Barry Lyndon. Parece ser que el director necesitaba un éxito comercial a cualquier precio, y para ello contó con la adaptación de la novela de un aún joven escritor llamado Stephen King. Kubrick no había leído nada del escritor, pero sí había visto otra película que había adaptado una de sus novelas, Carrie; creía que el tipo de historias que contaba Stephen King podían encajar perfectamente en la idea que tenía de lo que podía ser una película de terror que funcionase, sobre todo en el aspecto comercial. Los cambios que tuviera que hacer Kubrick en la realización para que el film mereciese la pena los haría; la novela sería una base sobre la que sustentar ese edificio planeado en el que el clímax sería en sí mismo un espectáculo, un espectáculo terrorífico.
Siguiendo con Stephen King decir que en la novela y en la misma película hay referencias a la vida del novelista como cuando Jack dice: “Podría volver como un auténtico escritor y conquistar Boulder!”, pues Boulder es la localidad donde se le ocurrió a King escribir la novela; también hay datos autobiográficos como el hecho de que Jack padezca insomnio y aproveche para escribir de noche. Es también destacable el hecho de que Jack sea alcohólico en otro paralelismo con Stephen King en una época en la que bebía.
Hay quien dice que esta es de las películas más comerciales de su director. Si tenemos en cuenta la recaudación que hizo en los cines de todo el mundo así es, además de considerar el género de terror como uno de los más populares a la hora de llevar gente a las salas de proyección, pero hasta ahí. El resplandor no es vulgar, ni insustancial o mediocre, ni una película descafeinada o con clichés del género (bueno, puede que alguno, pero muy bien adaptado a las situaciones desesperantes que se viven con el estómago encogido); tampoco está facturada de tal forma que parezca sacada de una cadena de producción en serie, algo que normalmente va unido a repetición, a poca emoción o, de haberla, de muy baja intensidad; El resplandor es casi casi una obra maestra, siendo el término incompatible con el de comercial como yo lo quiero entender porque no sólo en lo comercial va unida una buena taquilla sino un tipo de película que no aporta demasiado a lo que tiene que ver con el arte ni los valores que pueda aportar en ese campo.
El rodaje fue de pesadilla debido al tortuoso carácter del director, tanto es así que mandó repetir más de cien veces la famosa escena en la que Nicholson dice: “Aquí está Jack”. Algo parecido ocurrió cuando Tom Cruise hizo Eyes wide shut y tuvo que tragarse bilis hasta límites insospechados, casi hasta abandonar el rodaje, para la estrella que era por entonces el actor de perenne y encantadora sonrisa (posiblemente su marca física de mayor atractivo para la mayoría de la gente).
¿Tendría algo que ver con el rodaje el que Danny Lloyd sólo hiciese una película más después de El resplandor y que no quisiese ni discutir el participar en otra producción de cine? El perfeccionismo obsesivo de Kubrick podía ir en su contra a la hora de relacionarse con los actores y demás miembros del equipo creando un clima agradable y cómodo, pero le hacía sacar de la manga genialidades tan ocurrentes como los dobles sentidos de las palabras, como REDRUM que tiene el significado de asesinato escrito al revés (MURDER) y el de cuarto rojo (RED ROOM) al hacer referencia al cuarto de baño donde hablan Jack y Grady, anterior cuidador del hotel y asesino de toda su familia.
El resplandor habla de un escritor que quiere triunfar y de una mujer, la suya, que le “corta las alas” con la mejor de sus intenciones. Creo que Jack vive en una especie de ilusión permanente por alcanzar un éxito que no parece poder conseguir, el que le darían sus novelas, las que quiere hacer, esa es su mayor aspiración, pero Wendy no parece estar del todo convencida. Su esposa le da toda la prioridad a la seguridad familiar y trata de agarrarse a los trabajos que va consiguiendo su marido para seguir adelante. Su apoyo a Jack con relación al proyecto de convertirse en escritor es un apoyo descreído, tibio, sin esa fuerza suficiente que necesitaría el escritor para intentarlo con más determinación; su inmadurez y fragilidad de carácter no ayudarán a Jack Torrance; hay en todo esto un conflicto en la pareja protagonista, sobre todo por parte de un Jack que guarda el germen del resentimiento, algo que no será la causa principal de lo que acontezca después, pero sí ayudará a impulsarla en la frontera del cambio y cuando él todavía mantiene un cierto equilibrio mental.
El trabajo que le ofrecen en el Hotel Overlook durante el invierno, en donde tienen que hacer tareas de mantenimiento, será una buena oportunidad para que Jack pueda escribir e intentar sacar provecho de todo el tiempo libre y las ¿condiciones propicias? Tiene trabajo durante una temporada en la que podrá escribir, con que todos contentos…
El clímax de la película va in crescendo de manera mantenida y sin desfallecimientos y la sensación de claustrofobia e intranquilidad se acrecientan según se suceden las escenas. La música de Wendy Carlos (curioso, se llama igual que la protagonista) impresiona por una pureza que nos asoma al terror desde la electrónica. El entorno es muy adecuado para producir sensaciones de desamparo y la evolución en el comportamiento del protagonista será un añadido vital para aterrorizarnos. Mete más miedo Jack Torrance jugando con su pelota contra la pared del salón del hotel donde escribe que cualquier hombre lobo, psicópata asesino en serie o zombie que se tercien en competir con el “Gran Jack”.
Hasta que llega un punto en el que comienzan a pasar cosas muy extrañas. En el hotel se ha quedado alguien, o si no es así, eso es lo que parece. La duda que se nos crea, además de a nosotros, estupefactos espectadores, a la misma Wendy, atañe a si es Jack el que se está trastornando y comienza a ejercer cierta violencia sobre el hijo o es alguien ajeno a la familia (incluso podría ser el mismo hijo de la pareja, Danny, el que se autoinflingiera una lesión). Porque no sabemos muy bien con qué quedarnos, si con la aparente locura que está trastornando a Jack o todo lo que tiene que ver con un hotel que parece estar encantado (se descubrirá también que el hotel está hecho sobre un antiguo cementerio indio… ¿venganza de Espíritus indios antepasados por alterar la paz que suponían indefinida e inquebrantable?) Todo esto se unirá a los poderes que tiene no sólo Danny, por los que puede ver lo que pasará en el futuro y cosas que han sucedido en el pasado (de ahí el título de la película: un resplandor como imagen del pasado o del futuro, algo que podría ser una premonición), sino de uno de los empleados del hotel, Dick Hallorann, que habla con el chico poco antes de abandonar el hotel con toda la troupe y que le pone al corriente de lo que siente el niño y de algunos de los misterios que guarda el hotel Hoverlook (“Cuidado con la habitación 237”).
El resplandor es una película llena de amenazas, unas imaginarias y otras muy reales (o eso es lo que parece). Una de ellas sería la que para Jack supone su mujer Wendy, una relación que para el escritor es coercitiva, una castración de sus deseos, de sus posibilidades como individuo, de su valor y el que cree que tiene como escritor; esta amenaza está seguramente acrecentada en su cabeza y no debiera ser un impedimento para desarrollarse como escritor y como persona, incluso laboralmente hablando y sin contar con esa afición con la que querría vivir; sin embargo sí creo que existe ese algo de “cortar las alas” dulcemente, como ya he comentado antes, aunque a ella ya desde el principio se le haya puesto la etiqueta de buena y esa etiqueta brille aún más y se acreciente por la reacción desmedida y peligrosa del “pobre Jack”.
Otra amenaza sería la que su hijo Danny representaría para él cuando descubre todo lo listo que es y los poderes que tiene, algo que podría destruirlo y que no está dispuesto a consentir. Esta sí que podría ser una amenaza real y a considerar, pero se le puede llamar una amenaza positiva ya que el niño es inocente de lo que está ocurriendo y sólo quiere salvarse a sí mismo y a su aterrorizada madre.
Spoiler (No leer el Spoiler en color azul para no descubrir
partes de la película)
De hecho, al final, esa amenaza del hijo se convierte en la ruina para Jack
Torrance. Su hijo gana el duelo no deseado por él ni por su padre de no
haber perdido la cabeza, o de no haber intervenido los espíritus del Hotel
Overlook en su transformación. / Fin
Spoiler (Ya se puede seguir leyendo sin
problema)
Y finalmente nos encontraríamos con la amenaza más distinguible y que lleva el peso de la historia, la que produce Jack Torrance y su torbellino de violencia sanguinaria. El personaje nos va sobrecogiendo en su transformación. Jack es un verdadero lobo con un demonio metido en el cuerpo. Su fuerza y su trastorno lo convertirán en la peor y más cruel pesadilla para su, en apariencia, vulnerable familia. Nadie como Jack Nicholson podía haber interpretado un personaje de esa tipología. Su fama del mejor actor interpretando tíos desequilibrados (Klaus Kinski sería otro buen elemento haciendo de loco) la cimentó sobre todo con esta enorme película de Stanley Kubrick. Sus expresiones faciales son extraordinarias y tremendamente creíbles: su mirada alucinada y fija, su sonrisa fácil y marcada por una emoción de inestabilidad, sus movimientos espasmódicos y de una energía inusitada, su forma de hablar, a veces incluso babeando y con los ojos desorbitados, sus burlas maquiavélicas…por demasiadas cosas que el bueno de Jack sabe utilizar igual de bien que su hacha un gran guerrero vikingo.
Color y luz para una película de este género. ¿Dónde quedó la oscuridad de las clásicas películas de terror? ¿Y los sustos a los que nos tienen acostumbrados? Porque aquí a penas los hay, ni falta que hace, ni tampoco giros sorprendentes que nos dejen descolocados. Se sabe lo que ocurrirá más o menos, en eso es previsible, pero eso lejos de ser un fallo es un mérito porque conociendo por donde pueden ir los acontecimientos nos mantenemos alerta y expectantes; eso sucede no sólo por los matices que le dan más cuerpo al guión y nos distraen de una especie de obsesión que puede resultar densa y demasiado agobiante, sino por la forma de presentárnosla el maestro Kubrick. Aquí hay una evolución que conduce al horror de una forma desquiciada y desasosegante. La atmósfera lo inunda todo con su hermetismo y la locura de un personaje maldito que actúa movido por fuerzas incontenibles, las de fuera (fantasmas) o las de su mente inestable. En definitiva: un terror con un clímax como pocas veces se ha conseguido antes en una película de un género que pretende alterarnos de arriba abajo y producir sudores fríos… una película para el recuerdo, se quiera recordar o no, porque difícil es olvidar a Jack Torrance con ese hacha en alto y su sonrisa de demonio burlesco e inmisericorde.