El personaje
interpretado por Christopher Lee, Fu- Manchú, acompañado en su corte del
mal por su hija Lin Tang y sus fieles
seguidores:- chinos vestidos de negro, con lanzas (y a veces a caballo) y con
un pañuelo rojo atado a la cabeza a modo de indio apache-, harán todo lo posible
para dominar el mundo, aspiración tan ingenua como iluminada. Es en tal
propuesta descabellada y carente de toda lógica donde mejor se aprecia que la
película tiene un aspecto de serie B importante en cuanto al triunfo de planes
que entrañan tantas dificultades para prosperar, aunque en su realización se
consigan algunos resultados esperanzadores para el loco iluminado lleno de odio
hacia la raza humana, blanca especialmente, y quien no lo siga en su diabólico
proyecto; su inverosimilitud hace que
ese componente de serie B trascienda de una forma fácil.
De cualquier
manera, la película está hecha con elegancia y resulta medianamente creíble lo
que ocurre en cuanto al desarrollo de un género que mezcla el cine de aventuras
con el policiaco y de espías, y a pesar de lo increíble de la propuesta de lo
que es y significa el personaje de Fu-
Manchú.
Hace gracia la
sofisticación con la que Fu- Manchú mata a sus enemigos, es un
espectáculo marca de la casa que no lo hace ser aún más cruel sino más
perverso.
Y para que un
villano del calibre de Fu- Manchú
esté completo tiene que haber un contrario que le plante cara y esté a su
altura, un reverso de la moneda que le haga frente y que en su confrontación
con el mal termine venciéndole, como ocurría y se explicaba muy bien en El
protegido, la película de Night
Shyamalan, y ese no es otro que el inspector Nyland Smith.
Habla ahora o calla para siempre
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