Este comentario servirá como una especie de colaboración del festival de
cine asiático que está llevando a cabo el compañero y amigo bloguero David, en
colaboración con otros blogueros, en su blog
Lost Highway Blog. Espero que no le disguste demasiado mi aportación :-P.
Antes de meterme en faena decir, para que quede meridianamente claro, que
esta es una maravillosa película del director coreano
Kim Ki-duk.
Tae-suk es una persona solitaria que vive como un
fantasma en las casas de los demás. En sus incursiones en la privacidad de los
hogares no hace mal alguno; el chico es como un duende, pero de los amables,
que cuidará de que todo esté en orden y en perfecto estado. Si peca en algo es
de curiosidad por saber qué tipo de gente vive en las casas en las que se
instala, algo que seguramente hace para sentirse más integrado y estar más a
gusto en el nuevo entorno (cada casa será un mundo diferente).
Su existencia parece tranquila a pesar de una osadía que cualquiera
podría pensar innecesaria sabiendo de sus capacidades para vivir una vida
diferente, y entre el resto del mundo.
Ya instalado, después de haber cumplido su meticuloso procedimiento que
le dará el visto bueno para entrar en esos hogares ajenos, pero sin ninguna
mala intención, habitará las casas con el mismo cariño que sus dueños y tendrá
especial prudencia por no deteriorar no sólo lo físico del espacio sino lo
espiritual. Tae-suk hará un papel
similar al del ángel guardián, pero de los lugares donde habitan los hombres, y
sabedor de que tiene una deuda con los dueños de las casas, y para no sentirse
peor, incluso aprovechado, Tae-suk
pagará su autoinvitación cuidando de la armonía del hogar; para completar ese cometido arreglará
todo tipo de objetos susceptibles de estropearse, como relojes, equipos de
música o básculas para pesarse.

En una de las casas se le escapa algo fundamental sin pretenderlo:
habitarla habiendo alguien dentro. Una chica llamada Sun-hwa permanece en una de las habitaciones de la casa en la que
se acaba de meter Tae-suk. La chica
observa durante un tiempo que hace el nuevo inquilino. Está muy lejos de ser un
ladrón o alguien que pueda atemorizar por cualquier otro motivo oscuro. El
hombre es pura delicadeza y casi ni se deja sentir. Hace de comer, lava la
ropa, la tiende, limpia, riega las plantas… todo lo lleva a cabo con una
dedicación y entusiasmo que resulta no sólo conmovedor sino sorprendente.
¿Quién es ese chico? ¿Por qué hace aquello? Es algo extraño, pero a la chica le
atrae Tae-suk…
Pero ella es infeliz porque en su matrimonio hay maltratos por parte del
marido y porque lejos de querer a este hombre, que un día prometió hacerla
feliz, lo desprecia.
Después de un tiempo, Tae-suk y
Sun-hwa llegarán al convencimiento de
que son almas gemelas y que deben estar juntos para siempre por muchas
dificultades que surjan. El chico, además, cree, siente, que debe protegerla y
hacer que desaparezca su dolor. Ella formaba parte de una de aquellas casas que
cuidaba Tae-suk y, aunque el
encuentro fuera un accidente no buscado por el chico, su papel es el de
desvanecer el sufrimiento que hay en ella. Es por tal motivo por el que deciden
escaparse cuando el marido de ella vuelve…
Y la historia pasará de una alegoría sobre el sufrimiento, la protección,
el amor, la posesión, los celos, a algo mágico lleno de espiritualidad, de un
misticismo muy a la oriental, dramático, aunque se puede decir que de final feliz,
y con un lirismo romántico que emociona, donde lo espectral adquiere un
significado pleno, íntimo y trascendente. Él siempre estará con ella de una u
otra forma y Sun-suk se sentirá
afortunada por ello.
Spoiler (no leer el spoiler en color azul para no descubrir partes de la
película)
La escena final de la báscula a la que se suben los dos amantes hace
indicar que ambos están muertos y que son sólo sus espíritus los que vuelven a
utilizar aquel objeto que un día los acercó. Esa podría ser una explicación,
creo yo.