Hay en la película de Bertolucci una apariencia de cine de
autor, ese que tan bien se le da, o mejor daba, hacer a los europeos en el que
prima más lo que tiene que ver con el arte que con el espectáculo.
Existe en El
último tango en París una sobriedad, una elegancia y un aspecto intelectual,
no tan profundo como su envoltorio pudiera hacer parecer, que marcan buena
parte de su estilo. La música de Gato
Barbieri es melancólica, trascendente, de un corte dramático que remueve al
más muerto; no por cualquier cosa estamos ante un drama, con mayúsculas,
erótico- existencial en el que los acordes son perfectos para la ocasión.
De la fotografía de Vittorio Storaro decir tan sólo que le
da presencia, atractivo y toneladas de personalidad. Sus tonos ocres,
amarillentos, y su estructura granulada envuelven las imágenes en una
decadencia de gran tristeza.
En la
película de
Bertolucci se trata una
relación en la que no sólo basta quedarse con los datos aportados por el
director sino que habrá que interpretar situaciones, comportamientos, actitudes
que te lleven a creer que es lo que hay en el fondo de lo que presenciamos. Lo
que se sugiere es fundamental, y eso, en ocasiones, se presta a dichas
interpretaciones. En ese sentido tiene mucho que ver con una película del corte
de la de
Jean- Luc Godard,
El desprecio.
La relación que mantiene
Paul con
Jeanne, la chica que interpreta la actriz
Maria Scheider , es dominante, de una
morbosidad con la que
Paul se recrea
para soportarse más y mejor, y que maneja como quiere, pero que a la mujer
parece estarle haciendo daño a pesar de que le atraiga.
Paul usa el sexo como calmante de su insatisfacción existencial.
Aquí comienzo con mi
teoría del film de Bertolucci:
Creo que Jeanne no experimentó nunca algo
parecido en lo estrictamente sexual a la relación sadomasoquista en la que se
encuentra ahora metida con Paul. Como
dice él mismo en una escena: dejémonos de romanticismos absurdos, pues eso
mismo, hay que dejarse de romanticismos que no vienen a cuento ahora mismo para
saber qué contemplamos: una relación sexual sadomasoquista, ¿un tanto
camuflada, o suavizada? Seguramente, pero sadomasoquista al fin y al cabo, con
el añadido existencial que le da un aspecto menos superficial de lo que se
puede ver en ese tipo de relación cuando lo explícito predomina y suele ser lo
más conocido por la gente. Pero El
último tango en París no es una película porno, a Dios gracias; ni se le
acerca. Es sencillamente una obra de arte.
Pero ahora volvamos con Jeanne. Tal vez tuvo acercamientos por
tales territorios no sólo en lo sexual sino también en lo vital, situaciones
que posiblemente la excitaran (dominación
– obediencia – que en muchas ocasiones es ciega, aunque en el caso que
describimos de la relación con Paul
no sea tan ciega: ella, aunque obedece, no deja de criticarlo en ocasiones-).

La relación sadomasoquista
resulta sencilla y directa, comedida (nada de parafernalias; no hay cadenas,
esposas, látigos, ni tan siquiera cuero :-)), sin vulgaridades y mezcla lo
estrictamente existencial, el tormento de Paul,
su violencia y un pesimismo insondable (el tratamiento del suicidio) con una
visión nihilista de la vida, ahí es nada…como para estar contentos je (fijémonos en lo descuidado del
apartamento en el que habita Paul, en
el desaliño de su ropa, cómo y dónde come), y un erotismo turbador, destructivo
y al límite. ¿No es acaso directa y contundente la utilización de la
mantequilla y el momento en el que se produce tratándose de una relación
sadomasoquista? Parece que no es el momento, que se produce en frío, y que al
simple requerimiento de Paul la mujer
no ofrece absolutamente ninguna resistencia, aunque una vez comenzado el acto
sexual ella parezca mostrar su disgusto... aunque sólo lo parezca.
Creo que en este caso se
está produciendo una contradicción, un conflicto, entre la atracción que siente
Jeanne por un tipo de erotismo (de
dominación-obediencia, y humillante para quien lo “sufre” – sadomasoquista –) y la negación del hecho
por su idiosincrasia cultural, por su educación, por una moral en la que está
establecido, acotado claramente, que está bien y que no lo está. Ella busca su
lugar en un mundo de privilegiados ganadores burgueses donde se asume el esfuerzo,
el éxito, las convenciones o la sexualidad dirigida dentro del matrimonio,
aunque todavía, y recalco el todavía, no se hubiese casado – dirigismo hecho
por la religión o la élite burguesa que asume en gran parte la ideología
eclesiástica conservadora – , y después se pudiese dar rienda suelta a las
inclinaciones si se participaba medianamente de lo natural y no había
demasiados inconvenientes morales que pudieran llegar a atormentar; ella se
atreve con el hecho no sólo por morbo sino por curiosidad. – La moral
victoriana (con su famosa doble moral) asumía ese hecho como propio y se
enorgullecía de hacer en privado lo que en público podía ser reprobable –.
Sospecho que en Jeanne el hecho cultural tenía un peso,
una importancia, y que, aunque sentía inclinaciones (que con Paul experimenta sin cortapisas) con las
que su moral sexual no encajaba del todo, podía arriesgarse a experimentarlas
de un modo en el que no se alejase demasiado de ese “buen camino” dirigido,
convencional. Con Paul, aunque
sintiera una gran atracción por él y por su relación privada, no llegaría a
ningún lugar sin quedar marcada y arrinconada socialmente si él en público no
se “comportaba”. Tal vez el final diga mucho en ese sentido cuando él quiere
dar un giro de 360º a la relación. Creo que es ahí cuando se rompe
definitivamente el equilibrio de Jeanne.
El “buen camino” con su novio Tom,
con el que ya pensaba casarse, se podía ver interrumpido (seguramente de modo
trágico) si Paul se metía en medio de
su relación formal. Uno podría preguntarse por qué, entonces, ella en un
momento dado quiere saber más de Paul
y salir en su compañía a la calle (escena en la que él le cierra la puerta en
sus narices cruelmente y Jeanne se
queda dentro del portal maldiciendo). Eso para mí, aparte de querer hacerlo por
un efecto de rebote normal por el desconocimiento impuesto por Paul para no saber nada el uno del otro,
hace significar que la chica quería saber más y mejor el tipo de hombre que
era, y, aunque mostraba unas características peculiares en la intimidad del
apartamento, tal vez fuera se comportara de un modo menos destructivo y
violento, tal vez asumiera su existencia desdichada y la pudiera llevar de un
modo menos dramático, disfrazando su tormento con otra emoción cualquiera que
pasara más desapercibida y no resultara tan dañina. Creo que Jeanne quería tantear si él en sociedad
podía arreglárselas de un modo práctico y no resultar un ser tan difícil, de
ese modo la relación resultaría imposible. En la intimidad no importaban su
excesos, fuera era otra cosa.

Que los encuentros entre
Paul y
Jeanne se produzcan en tales circunstancias, en un apartamento
parisino, en determinados días y sin saber prácticamente nada el uno del otro,
ni tan siquiera sus nombres, más que a sugerencia de él por imposición, como
ocurrirá siempre en la relación establecida, nos puede decir que
Paul desprecia la vida y que lo mejor
para llevar su tormento interior es no saber nada de lo que hay fuera. En la
película de
Patrice Chereau Intimidad, ganadora del Oso de Oro
en el festival de Berlín en el año 2001, ocurre lo mismo en esa vertiente. En
la de
Chereau se llegará incluso,
como ocurrirá en
El último tango en
París, a que el desconocimiento del otro haga que cobre gran fuerza la
curiosidad por saber más de la pareja con la que únicamente se mantiene un contacto
sexual. El marido y el hijo pequeño de la mujer, a los que terminará conociendo
el protagonista de
Intimidad, harán
que el protagonista sepa de la vida de su especial amante. En
Intimidad lo sexual es mucho más
acotado en el hecho mismo, cosa que no ocurre tanto en la de
Bertolucci ya que lo erótico amplia el
abanico de posibilidades en la relación que se nos cuenta.
Ahora a lo que vemos de la
relación, no a suposiciones que nos pueda hacer sugerir Bertolucci. Vemos una relación de dominación en la que Jeanne cae bajo un influjo erótico
evidente. Más que la incomunicación, la falta de información, el no saber nada
el uno del otro y no pretender hacerlo, por imposición de él, como habíamos
dicho, aunque ella en un momento dado comience a molestarle tal actitud y
necesite saber quién es el hombre con el que está, de dónde viene y qué hace
fuera de aquel piso un tanto cochambroso, como sucede
en Intimidad, nos da a entender que
fuera del apartamento Paul está más
perdido y se siente aún más solo que en el refugio que se ha montado con Jeanne (“creo que contigo soy feliz”, le
dirá Paul). Aún así en Paul nos encontramos con decadencia,
nihilismo, un egoísmo que más que conmover asustan. Como le dice Jeanne, él casi nunca la escucha porque
su soledad y egoísmo no se lo permiten, aislándolo por completo del mundo.
Jeanne pasará de la atracción a las dudas, y de éstas al
desprecio; o tal vez sienta ya ese desprecio al principio, como siente Paul hacia ella por lo que representa,
no por la persona en sí, de la que creo sí está atraído y que acabará
convenciéndolo como posible pareja (final). Él la verá simplemente como un
objeto, sobre todo al inicio y mediada la relación, agradable y complaciente
porque no protesta ante sus arremetidas, más bien al contrario: participa
activamente y le gusta. Jeanne le
preguntará por qué odia a las mujeres; la contestación de Paul no puede ser más clara y contundente. En general no siente
aprecio por ellas y detesta su manera de actuar. La fuerza de la atracción
sexual podría impedir ver ese desprecio por un hombre que en la forma de estar
en el mundo no tiene mucho que ver con el de ella. En un punto de ese recorrido
la mujer llegará a declararle su amor. Paul
reaccionará violentamente y la humillará, como ya había hecho en otras
ocasiones con vejaciones e ironías malintencionadas.
De cualquier
forma hay momentos más o menos buenos, de calidez, más tiernos, en los que se
ríen y juegan, divirtiéndose, pero estos son los menos, no dejando que los
malos momentos terminen imponiéndose. No nos olvidemos que habíamos quedado que
la relación era destructiva, algo incompatible con la calidez y con lo que la
gente en general entiende por amor. Si hay amor por algunas de las dos partes
en algún momento, o por las dos, es un amor limitado, un amor dañino no sólo
por ser destructivo sino por no ser de igual a igual.
Pero no todo
es la relación entre ellos, es lo principal de la historia, sin duda alguna,
pero fuera del apartamento hay algo que contar, con su importancia, como lo que
ha ocurrido en la vida de Paul casi
al mismo tiempo de comenzar su relación con Jeanne.
Paul tendrá contacto con la madre de su esposa, que se ha
suicidado recientemente y lo ha hundido aún más, y con el que era amante de Rosa (su esposa). Con la madre de ésta
se muestra displicente y violento. Interpreto más bien en una reacción de
rechazo por lo que había vivido con la hija, por su engaño, unido a su
personalidad difícil.
¿Y qué podía
haber vivido con Rosa? Aquí me surgen
las dudas porque el film no lo deja claro, sólo lo sugiere para que nosotros
nos montemos nuestra propia película. Lo que sí es evidente es que Rosa sufría tanto como lo hacía su
marido. Una conversación con el amante de Rosa
lo confirma cuando le cuenta las reacciones histéricas que le asaltaban a
veces. Pero su tormento podía ser debido bien a que ella era parecida a su
marido, una mujer atormentada y problemática, o bien a que Paul la trataba mal (como hará después con Jeanne en su relación íntima), haciéndola sentir desgraciada,
aunque también es cierto que pudiera haber algo de las dos cosas. Si Paul la trataba mal, y ella además tenía
problemas, su reacción suicida podía tener sentido y encajar. Él no se
aguantaba a sí mimo ni aguantaba lo que tenía a su alrededor. Sus relaciones
con la gente con la que convivía solían ser destructivas, violentas. Daba igual
si sentía algo o no por la persona con la que estaba, eso no podía cambiarlo en
lo que era su atormentada existencia... pero siempre había tiempo para poder
cambiar, así se animaba el hombre y podía engañar a sus “víctimas”, a las que
necesitaba para llevar mejor su sufrimiento. Aunque, y siguiendo con las
conjeturas que aquí se presentan, también podía encajar el hecho de que Rosa fuese como él y sufriera más por lo
suyo que por lo que le pudiera hacer su marido. Sólo sabemos que su vida en
común estuvo llena de falsedades, que Rosa
tenía un amante y que trataba a Paul
como si fuese un invitado más en una de esas habituales fiestas que daba en las
que eran invitados algunos de los huéspedes de su hotel. Es por esa convivencia
que había mantenido con Rosa por lo
que ahora se siente peor, más desesperado, solo y hundido. Su suicidio lo
soporta mal. Tiene un sentimiento parecido al que tenía ella antes de quitarse
la vida. Paul querría hacer lo mismo,
pero no sabe cómo, o no se atreve.
Pero esto sólo
es una teoría basada en una interpretación libre del personaje que hago. Lo más
probable es que sólo haya alguna verdad en lo expuesto, tal vez incluso muy
poca. Lo único que quiero hacer entender es que Bertolucci deja muchos aspectos sin esclarecer, a veces da incluso
la impresión de que lo hace improvisadamente (aunque en realidad no creo que
sea el caso. Eso bien puede ser una marca de estilo) y no los cierra ni quiere
ser evidente para que podamos pensar en las posibilidades que ofrece el
personaje y nos movamos más por sensaciones que por datos objetivos.

Jeanne pasa por una pequeña crisis de valores y por ciertas
dudas existenciales que le asaltan, sin ser de la profundidad ni intensidad de
las de Paul, que son aprovechadas por
el hombre para llevarla donde quiere
(dominación), a su terreno escabroso, complicado. Las diferencias entre los dos
son claras. Cuando Paul accede a
hablar de sus recuerdos, aunque después diga que tal vez lo contado fuese
mentira (otra crueldad más), explica que casi todo en su pasado es malo, que no
tiene recuerdos buenos. El negativismo de Paul
es absoluto. Ella le cuenta que en su infancia fue feliz y le gusta hablar del
pasado. Él cuando habla de sus recuerdos se siente incómodo normalmente y su
semblante es triste, sombrío. “¿Hablamos de la familia? Vale, hablaré de la
familia, donde los niños son torturados hasta que confiesan su primera
mentira... maldita familia, me cago en todos vosotros... me dais asco...
maldita familia”, le dirá Paul con
rabia.
Conque Paul se desahoga en un juego de
dominación hacia alguien que desprecia por su rol vital: una aspirante a
burguesa con aspiraciones de una vida convencional y segura (relación con Tom, su novio- un presuntuoso, bastante coñazo, que cree ser
alguien especial, pero que en el fondo es un perfecto conformista encasillado
en el gran engranaje social que
experimenta lo que la vida le ofrece por su edad y su situación, en un toque de
rebeldía un tanto light-). No es que Paul
quiera hacerle daño voluntariamente a Jeanne
sino que no le importa lo que le pueda pasar ya que sólo le importa él mismo.
La chica accede a la relación, el
problema es el suyo si sale escaldada, pensará el hombre en plena
relación, no así en el último tramo (se va gestando un cambio en él). La propuesta de matrimonio de Tom confunde a Jeanne
aún más por lo que vive con Paul; será entonces cuando su desorientación
se agudice.
El viraje que
se produce en Paul al final de la
película es de difícil interpretación. Que el contexto cambie radicalmente, que
ya no le importe verla en la calle y quiera conocerla más y mejor, que le diga
que la quiere y que quiere compartir su vida con ella es sorprendente. ¿Se
atreve a intentar cambiar y da un paso valiente, ilusionado, noble? Tal vez con
ella se sintiese menos solo que sin ella, tal vez se hubiese acostumbrado a su
presencia y al trato que le daba, desinteresado y cálido, y su relación fuese
un bálsamo ideal para su desesperación, tal vez la quisiese a su manera al cabo
del tiempo, como seguramente quiso por algún tiempo a su fallecida esposa Rosa, todo es posible; en ese caso
pasaría del desprecio por el rol que ocupaba en la vida, por la despreocupación
que le producía el hacerle o no daño por sus miserias, al amor entendido como
necesidad, en este caso no tan egoísta al poder hacer ahora la chica lo que
parecía querer no hacía demasiado: verlo y convivir con él de otro modo.
Pero el cambio
también se ha producido en Jeanne
definitiva y trágicamente.
Dato para la
curiosidad: Brando hizo la peli el
mismo año que interpretó a Vito Corleone en El padrino.