Los legendarios Jack Kirby y Stan Lee hicieron presentación en el año 1962 del cómic El poderoso Thor, de la Marvel; con ello se adentraron en la aventura más épica de connotaciones mitológicas vikingas cuyos protagonistas eran dioses y el martillo su instrumento más poderoso. El director de la película, Kenneth Branagh, comenta que cuando era un niño, allá por la década de los 60, en Irlanda del Norte siempre estaba nublado y llovía sin parar. “El color de la portada de los tebeos de la Marvel resplandecía en las estanterías de las librerías, y El poderoso Thor siempre era el que más me atraía. Me gustaban sus capacidades primordiales, la conexión con lo antiguo, la fuerza bruta del personaje. Thor es el primero en cumplir el cliché de nunca pedirle a nadie que haga lo que uno mismo no haría; es más: casi siempre tienes que intentar impedirle que haga lo que nunca se te ocurriría”
La recreación artística, cuyo responsable fue Bo Welch, intentó durante meses concebir
unos decorados que convencieran a la hora de materializarlos en imágenes.
Debían ser majestuosos, y la solución fue aumentarlos por medio de efectos
especiales. El resultado es espectacular, aunque la sensación de ser como de
ciencia ficción es manifiesta y el resultado kitsch resalte más que cualquier
otro tipo de estética, eso no le quita, sin embargo, demasiada credibilidad
como para que no nos sintamos en otro mundo, aunque tampoco sea el más ideal,
un mundo mitológico lleno de seres poderosos y dioses.
La conexión entre ese mundo de dioses, en este caso de origen nórdico, con el dios Odín (el habitual Anthony Hopkins) como figura principal, acompañado por su agresivo e irreflexivo hijo Thor, aunque querido por su padre y de gran nobleza (vemos aquí como se humanizan los dioses), con otros mundos, tierra incluida, se parece bastante a la conexión que existe en la tradición mitológica griega cuando algunos dioses bajaban a nuestro mundo y tenían hijos con humanos, convirtiéndose éstos en héroes. En esta película no llega a ocurrir eso, pero Thor, en su destierro, se enamora de una humana, interpretada por Natalie Portman, y si las cosas no hubiesen dado un giro en forma de tragedia por el conflicto entre Thor y su hermano, tal vez hubiese salido un nuevo héroe, o semidios, de la relación entre Thor y Jane Foster (Portman).
El destierro convierte a Thor
en un ser sin los recursos que tenía en ese Olimpo de la tradición nórdica
en la que era un dios especial, el hijo
de Odín, creador de todo. En la tierra se humanizará, perdiendo sus poderes, y
aprenderá a ser un mejor dios, merecedor del martillo que le dará su poder y su
título. En esa parte de la película hay un tono entre la comedia y las
películas de superhéroes. Las escenas en las que la gente, Thor incluido, intentan sacar el martillo incrustado en un montículo
rocoso semejan y simbolizan lo mismo que en las leyendas artúricas cuando el
que lograra sacar la espada clavada en la roca sería el nuevo rey de Camelot. En Thor nadie saca el martillo de la roca,
pero por poderes divinos el martillo pasará a manos de su legítimo y merecedor
dueño.
El aspecto trágico de la historia la hace ser shakespeareana
en cuanto a aspectos como el destierro, el orgullo, el dolor, la culpa, el
engaño, el resentimiento, la traición, la venganza o los grandes sentimientos
que envuelven a cada personaje, como el amor que une o el odio que destruye y
separa, y que son motores del cambio, del discurrir de los acontecimientos.
En resumidas cuentas: una película llevada con firmeza y
entretenida, majestuosa (con un presupuesto aproximadamente de 150 millones de
dólares) a la vez que accesible, que conjuga con bastante eficacia y gusto la
tragedia shakespeareana con la mitología pagana nórdica, el tono de comedia
suave (Thor en la tierra y sus
relaciones con los humanos) con las películas de superhéroes, en su estructura,
tipo Supermán o Spiderman, y que en su espectacularidad -a la hora de mostrarnos el
mundo de esos dioses nórdicos o los poderes de éstos- y sencillez -cuando
narran el recorrido de Thor por la
tierra y su contacto con los mortales, o en el devenir de la historia de ese
Olimpo vikingo lleno de tragedia y con personajes, aparte de los principales,
tan atractivos u oscuros como el
vigilante del puente de Bifröst, Heimdall, o los gigantes de hielo de Jothunheim- están sus mayores aciertos.
Estreno Cine