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jueves, 31 de marzo de 2011

Vivir (Ikiru)/ Akira Kurosawa/ Japón 1952




Extraordinaria e inolvidable película del genio Akira Kurosawa en la que el director nipón hace una aguda y reflexiva crítica de la burocracia en el Japón de los años 40-50. Esta crítica tiene que ver con la existencia humana y la forma de acometerla mediante algo tan inherente al individuo como la libertad. El trabajo forma parte de la vida y arrastra a ésta. Podemos elegir: o no hacer nada y ser una marioneta inanimada y gris, un mecanismo oxidado que forma parte de un engranaje oxidado, arrastrando el desencanto e inapetencia de una vida pobre, triste y sin nada por lo que luchar, o reaccionar y concienciarse de tu paralizante conformismo.

Esta maravillosa película está dividida en dos partes claramente diferenciadas. En la primera parte contemplamos lo que le acontece a nuestro protagonista, un gris, después atormentado y finalmente comprometido con la vida y su trabajo actor japonés llamado Takashi Shimura. Cuando descubre que tiene un cáncer, su vida ya no será la misma; se producirá en el personaje un cambio sustancial, brusco y profundo que afectará a su vida, a la relación que tiene con la vida. Ese cambio hará que su deseo de vivir se acreciente. A partir de ahí, Shimura valorará más la vida e intentará no ser el mismo que había sido durante décadas, un hombre muerto en su Espíritu. Dentro de poco dejará de existir, pero hasta ese momento intentará abrazar la vida con plenitud y querrá aprender de ella con gente que le haga sentir de otra forma: un bohemio y artista librepensador que lo llevará por la calle del  hedonismo, lleno de noches alegres y mujeres con ganas de diversión, y una mujer que trabaja con él (él es su jefe), y que quiere dejar el trabajo por parecerle aburrido y poco satisfactorio. De esta chica, que interpreta la actriz Kyôko Seki, intentará conocer qué es lo que la hace ser alegre, vital, útil. Con ella tiene unas escenas memorables en las que el viejo moribundo (aunque no tan viejo) trata de arrancarle a la muchacha el secreto de su vitalidad y entusiasmo. Ella no sabe cómo ayudarlo y le dice que ella es así, que se siente feliz con cualquier cosa, incluso con la más sencilla…




El cambio de Shimura lo trasladará al trabajo de funcionario. Sentirá la necesidad de hacer algo, de no colaborar con la inutilidad burocrática y sí con la sociedad y sus necesidades.

Es en la segunda parte cuando, una vez muerto Shimura, en su velatorio, se hará un recorrido por los últimos meses de la vida de nuestro protagonista mediante saltos retrospectivos. Allí un grupo de políticos locales y funcionarios, que tienen que ver con Shimura, debaten sobre quién había sido el impulsor de una obra, un parque público para los niños, demandada durante mucho tiempo por un grupo de mujeres a las que se le había ido dando largas. En principio estos políticos aprovechados se querían poner las medallas de su realización, pero poco a poco se van dando cuenta, por los testimonios de unos y de otros, que conocían muy bien el asunto y la labor hecha, sorprendentemente, por Shimura, que la principal figura y valedor del proyecto había sido él. Hay lamentos y emociones alteradas en el velatorio en unas escenas poderosas y sobrecogedoras; finalmente la figura de Shimura sería honrada y recordada como se merecía. El compromiso de la gente que había acudido al velatorio es el de intentar cambiar, como había hecho la figura ensalzada, y ser útiles a las sociedad…



Pero el final es muy crítico, muy pesimista. Este final nos viene diciendo que el poder, y los peldaños que nos acercan a él, es ineficiente por carecer de la conciencia social necesaria como para servir al ciudadano y a la sociedad. La burocracia, la administración, es un poder apoltronado en el que los mecanismos para arreglar las cosas son ineficientes, y, en muchas ocasiones, innecesarios.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Dersu Uzala/ Akira Kurosawa/ Unión Soviética 1975




            Gran película del maestro Akira Kurosawa. De las que he visto del japonés ésta es la que más me gusta junto con El infierno del odio. Es una película que cuenta la amistad entre un capitán del ejercito ruso y un cazador muy especial que se encuentran en plena naturaleza y que luchan contra la inmensidad y fuerza de ésta cuando las condiciones del entorno se vuelven demasiado hostiles; en esto me recuerda a otras películas que me gustaron y de las que guardo muy buen recuerdo como Las aventuras de Jeremiah Johnson (qué manera de atacar tenían los indios la casa en la que estaba Robert Redford ) o Los dientes del diablo de Nicholas Ray, esa lucha tenaz contra el tiempo extremo de unos esquimales encabezados por Anthony Queen.

      Todo lo que vemos hace darnos cuenta de lo insignificantes y vulnerables que somos ante tan gran y, a veces, cruel espectáculo. Dersu Uzala es una película sincera y contundente que cuenta una historia entre épica y entrañable, tan entrañable como lo es el personaje principal, Dersu, un hombre sencillo hecho a sí mismo porque no le quedaba más remedio, un autodidacta de la naturaleza tanto humana como la otra, un hombre respetuoso no sólo de la naturaleza, de la que vive, sino de la gente de la que siempre habla… todo lo que hay a su alrededor es eso: gente; el fuego es gente, el agua es gente, el viento también lo es… la gente también es gente (qué bueno este Dersu! Qué bien cae!)… lo que tiene vida y se manifiesta de algún modo es gente y se tiene que respetar para vivir en armonía plena y pasar por esta vida orgulloso de haber cumplido.
        Esta es una de las pelis que más me gustó en cuanto a la relación que mantienen los dos protagonistas: lo que nos cuentan es verdadera amistad, verdadero respeto, como no debería ser de otro modo tratándose del gran Dersu Uzala.